De gauchos y paisanos
En el Uruguay el predomino histórico ganadero hizo del gaucho una figura icónica. Al principio era a quienes recurrían los comerciantes para introducirse en la campaña, impenetrable y peligrosa por la presencia indígena y de ganado cimarrón, en procura de cueros. Experto jinete, nómade, adiestrado en los oficios ganaderos e inseparable del caballo. Partícipe de las guerras de independencias y civiles de los primeros años de la república.
La necesidad de modernizar el Estado a finales del siglo XIX derivó en profundas reformas en la campaña, principal fuente de recursos nacional. El alambramiento y la consolidación de la propiedad privada pretendieron organizar, brindar seguridad y un empuje a un sistema productivo. El gaucho, libre y errante, era uno de los principales obstáculos para tal plan. Impedido de andar libremente por los campos, recibió otra puñalada con la ley de abigeato de 1882 y la de vagancia de 1886. Tales medidas permitían a la policía rural vigilar a los que no tenían ocupación ni propiedad fija, estos últimos eran enviados a los batallones y alistados al ejército.
El gaucho debió asentarse, transformarse en peón o bajarse del caballo y colocar las manos en la tierra para producirla. En la década del ochenta del siglo XX comienza un profundo proceso de transformación en el ámbito rural; la incorporación de los monocultivos, la forestación, la electricidad y el ingreso masivo tecnológico. Los hábitos urbanos se expandieron por toda la campaña.
Hoy, el presente indiferente devora al pasado. Cada vez se ven menos andantes a caballo, las pulperías(boliches de campaña)se hicieron taperas, las estancias con sus galpones repletos de peones son recuerdos en las bocas de los más viejos.
He escuchado decir a gente que nunca ha pisado la campaña que ya no existen gauchos. No digo que no tengan razón, pero no comparto los argumentos reduccionistas, que por lo general suelen ser los mismos “ gaucho de celular”, “gaucho con computadora” o “gaucho de moto”. Es indudable que los hombres de la campaña no son iguales a aquella figura mítica de siglos pasados, como también no es similar un oficinista de principios de siglo XX al de hoy. Negarlo sería desconocer el avance tecnológico y el impacto en los hábitos cotidianos y la formación de costumbres. Pero hay algo intrínseco que define a ese grupo y es lo que me mueve a buscarlo.
Realicé fotografías a muchos hombres y mujeres del ámbito rural. Siempre que termino suelo preguntarles cómo se definen. La mayoría se identifica como trabajadores rurales, aquellos que están más integrados a los oficios típicos se perciben como paisanos. La palabra “gaucho” son muy pocos los que la utilizan para definirse. A esos les preguntaba ¿qué es ser un gaucho? Las respuestas son las mismas: la compañía del caballo y hacer una gauchada. Una gauchada es estar siempre disponible para lo que necesite el compañero.