Daniela

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"No tengo una vocación definida. Me gustaban varias cosas desde maestra escolar, psicóloga o policía. Por la situación económica estudié trabajo social. Elegí esa carrera porque sentía que podía hacer algo por la gente: escucharla, hablarles, tratar de motivarla, o solo estar ahí como lo hicieron muchos conmigo. Soy de origen humilde, mi mamá es madre soltera, tiene cinco hijos. Me costó bastante entrar en la Universidad. Hace cuatro años que me recibí, sin embargo, no pude conseguir un trabajo vinculado. Me presenté a varios lugares y fui a concurso, pero nunca me llamaron. No sé qué pasó, quizás fui yo o tal vez el sistema. Al principio sentía frustración, se me vino el mundo abajo. Trabajé de niñera, hice las temporadas de arándanos y por último de secretaria en un taller mecánico.
Un día vi en Facebook que la gente vendía diferentes tipos de cosas y me gustó lo que hacían. Dije, por qué no empezar algo. Trabajaba en el taller, por suerte mi pareja me ayudó mucho, vivíamos con el sueldo de él. Las ganancias, que al principio eran pocas, las invertía en mercaderías. Empecé a vender con entregas a domicilio y la gente respondió bien. Luego decidimos poner un local chico donde vivíamos y al ser en un barrio no circulaba mucha gente. Después de unos meses dejé el trabajo de administrativa, salió la oportunidad de alquilar un local céntrico y me arriesgué.
Lo esencial es no rendirse. Creo que la voluntad es todo, si tenés un sueño hay que luchar hasta el cansancio. Vas a caer mil veces, pero hay que seguir, no rendirse.